Zombis en el monasterio

“Uh… esta mañana he desayunado tostadas. Si no recuerdo mal, eran de mermelada de fresa. Estaban muy ricas, pero, por desgracia, mi gato me las robó. Un momento… yo no tengo gato. ¿Y qué es esa musiquilla tan pegadiza?”
-¡Layla!
Abrí los ojos sobresaltada y miré hacia todas partes desorientada. Oh, mierda. Me había dormido en clase.
La profesora me miraba con los ojos brillando de ira y la clase se estaba partiendo de risa.
-¿Se puede saber a qué se debe esto?-exigió.
-Demasiadas horas en Youtube-admití. Volví a oír risas. Oye, que es cierto. No le veo la gracia.
-Que no vuelva a ocurrir.
Fue decir eso y sonó el timbre del recreo. La gente se levantó haciendo un estruendo terrible y fueron saliendo del aula. Mientras yo buscaba mi bocadillo en el interior desordenado de mi mochila, se acercó alguien a mi mesa.
-¿A qué ha venido ese numerito?-dijo una voz familiar.
Levanté la mirada y sonreí. Ante mí estaba Joshua Cooper, mi mejor amigo. Josh era un chico diferente a los otros de la clase. No solo porque le reconocías enseguida por sus inconfundibles ojos negros y su pelo del mismo color que había comenzado a dejarse largo junto con sus camisetas de bandas de música. Josh era algo tímido con las chicas, torpe, despistado y jamás se enfadaba con nadie. Resumiendo, era un chico encantador.
-La profesora podría haberte echado de clase si hubiese querido-sonaba preocupado.
-Pero no lo hizo, ¿no crees que eso es más importante?-busqué mejor y por fin encontré mi almuerzo-¡Oh! ¡Aquí estás! Ya sé lo que siente Mario al coger una seta.
-Creía que eran champiñones-comentó. Ambos salimos de clase hasta llegar al claustro.
-¿Qué más dará? Los dos son hongos-me apoyé en la barandilla de la terraza y me asomé para admirar el patio interior-. Cuando estoy en esta escuela me siento como si fuese una monja.
-Lo dices porque esto era un monasterio, ¿verdad? Porque tú no tienes nada en común con una monja. Es que mi tía abuela es monja y…
-Lo sé, Josh-le interrumpí con cariño y sonreí.
-Además-dijo esta vez un poco más bajito-, si fueses monja, no podríamos casar…
-¡Layla!-alguien interrumpió a mi amigo. Me giré y vi a uno que se sentaba a mi lado en clase-. Muchas gracias por dejarme tu libro de matemáticas-me devolvió el libro.
-Ah, no es nada.
El chico se dio la vuelta y se fue por donde había venido.
-Y bien, ¿qué decías?-le dije a Josh para que retomara su frase.
-¿Qué?-se sonrojó de pronto- No… ¡no es nada!
-Bueno, vale, si tú lo dices…-volví la vista de nuevo al patio- ¿Sabes una cosa? Siempre he pensado que los monasterios son buenos escenarios de películas de terror. Con tantos cuadros y esculturas de santos, crucifijos y todo eso…
Josh no dijo nada, por lo que seguí hablando.
-Quizás nuestra escuela encierra algún misterio. Cadáveres de antiguos alumnos, fantasmas de santos, profesores vampiros… ¿qué te parecería zombis de monjes?
-Layla, todo eso que has dicho no existe.
-Ya lo sé, tonto-sonreí aún más- Pero… no sé. ¿No te gustaría que tu colegio estuviera infectado por los zombis?
-Uhm… déjame pensar…-dijo sarcástico- NO
-Sería divertido. Y… a lo mejor estoy en los cierto. ¿Acaso no nos ha dicho el sustituto que la de Lengua estaba enferma?-miré intensamente a Josh- ¡Tiene que ser eso! ¡Está infectada!
-¿De gripe, quizás? Venga Layla, deja de ser tan infantil.
-¡Vaya! Así que piensas que soy infantil-mi voz se tornó desafiante- ¿Qué te parecería hacer una apuesta?
-U…¿una apuesta?
-Exacto. Si tú ganas… te haré los deberes durante un mes. Pero si pierdes-sonreí con malicia-… te pondrás un vestidito de maid con orejitas de gato y llevarás un cartel en el que ponga: “Soy tan dulce y tierno como una tarta de chocolate”.
-¡Jamás!-protestó Josh mientras se sonrojaba mucho- ¡¡Lo que tú ganas no es equivalente con lo mío!!
-Eh, espera. Aún no he dicho de que va la apuesta. ¿Tienes algo que hacer esta noche?
-C…¿cómo?
-Si no tienes nada que hacer, esta noche vendremos al colegio y sabremos quién de los dos tiene razón. Si pasa algo extraño, yo gano; y si es un monasterio normal y corriente, entonces, admitiré mi derrota.
-No sé yo…-Josh se mostró receloso.
-Antes parecías más convencido de que los zombis no existen-le tendí la mano-. ¿Aceptas la apuesta o no?
Después de unos segundos de duda, Josh cogió aire y me tomó la mano.
-Está bien. Acepto.